El calendario de fiestas del Cusco deslumbra por su intensidad.Prácticamente no hay semana en la que no se dé algunacelebración remarcable.
De enero a diciembre, la región se hallaocupada por una red de festividades, ancestrales algunas,recreaciones recientes otras, donde la algarabía y el coloridoalrededor de incas, pueblos originarios y santos patronesmarcan la pauta.
En esta miríada festiva, destacan loshomenajes al Cusco que ocupan por entero el mes de junio y losobrepasan, desplegando una magnificencia y una participaciónpopular que opaca a las Fiestas Patrias.Un fotograma de la Plaza de Armas durante el mes de juniomostraría de qué manera las autoridades y la población localestán abocadas a celebrar al Cusco y a reivindicar susexpresiones culturales.
Desde finales de mayo hasta inicios dejulio, cada día esta plaza se convierte en el escenario por dondediscurren innumerables comparsas folklóricas y religiosas degran trascendencia para los cusqueños y de creciente atractivopara el turismo.Los desfiles de danzas y alegorías incanistas e indigenistasprotagonizados por niños, adultos y ancianos, por institucionespúblicas y privadas, por comunidades campesinas de las treceprovincias y por toda entidad que desee mostrar su adscripciónal Cusco, abarcan las calles del centro de la ciudad en uncalendario donde el Inti Raymi es solo una entre muchasgrandes celebraciones.
Si se conoce la historia de extremado centralismo, discriminación y racismo que ha existido en el Perú desde la época colonialcontra la cultura y las poblaciones mestizas e indígenas, se puede apuntar que las fiestas del Cusco evidencian formas dereivindicación y resistencia cultural.
Además, en una sociedad sumamente estratificada y diversa como la cusqueña, la participación de la población en estas fiestas alo largo de año crea puentes y memorias compartidas, puentes que también dialogan con el mundo.De esta manera, fiestas como el Corpus Christi, la Serenata al Cusco, el Inti Raymi, los diversos desfiles folklóricos de homenajeal Cusco o la peregrinación a Qoyllurit’i son un lugar común: referencias a las que ningún cusqueño pobre, rico, indígena,mestizo, criollo, agnóstico, católico o ateo es ajeno.
Quienes crearon las fiestas jubilares del Cusco el año 1944, recuperando el antiguo Inti Raymi incaico como celebración central,jamás hubieran imaginado hasta qué punto se expandirían. Si bien sus demandas anticentralistas y regionalistas han logradopocos avances y el racismo contra las poblaciones indígenas sigue siendo una tara extendida, no cabe duda de que en las sietedécadas transcurridas desde entonces, el enaltecimiento del Cusco y el reconocimiento de nuestras raíces andinas ha logradograndes avances dentro y fuera de la región. Sin duda, el esfuerzo de aquella generación de cusqueñistas fue sembrado en un terreno fértil.
Al examinar las fotografías del primer Inti Raymi moderno, escenificado en Saqsaywaman en 1944, sorprende observar quedesde aquel primer año, en un tiempo en que la ciudad del Cusco no tenía más de 50.000 habitantes, los alrededores se hallabanabarrotados de espectadores locales que posiblemente llevaban largo tiempo aguardando “el retorno del inca”; ese símbolomítico que habita profundamente en los cusqueños, no solo como emblema identitario, sino como un símbolo de justicia y equilibrio.
Sin duda los tiempos están cambiando y las tensiones sobre la identidad y la cultura son constantes; pero las celebraciones delCusco siguen siendo un escenario de cohesión y memoria colectiva, donde la fiesta sigue siendo la mayor expresión deresistencia cultural.
Fuente: Karina Pacheco Medrano
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